La madurez de la sensibilidad

La conformación de la personalidad es históricamente un hecho complejo. Tanto desde la perspectiva de cada individuo como desde la óptica de la persona considerada en abstracto, adquirir una personalidad madura supone reconocer los matices que el tiempo va introduciendo en este proceso que depende, quiérase o no, no solo de cada uno sino de lo que el tiempo y la cultura van aportando a la madurez del hombre entendido como humanidad. En las últimas décadas, el acelerado crecimiento de los medios de comunicación, así como las formas de globalización que ha adquirido la trasmisión de la cultura (masivas en su mayoría), han permitido que los hombres tengamos una imagen cada vez más volátil de nosotros mismos y unos objetivos de crecimiento también imprecisos. Todo lo anterior propicia que, en la actualidad, resulte difícil hacerse una eficaz composición de lugar. ¿Qué es madurar? ¿En qué consiste ser sólidamente humano? ¿Existen los defectos? Y si existen, ¿en función de qué categorías lo son? ¿Qué es lo normal desde la perspectiva de lo humano? ¿Puede hablarse de madurez? ¿Constituye esta una forma de ser que se plantea como un objetivo que se debe alcanzar?