Sinfonía de la armonía de las revelaciones celestiales

Sinfonía de la armonía de las revelaciones celestiales

Estructuras y Procesos. Religión

Por María Isabel Flisfisch Fernández (Traductor), Hildegarda de Bingen

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Sinopsis

Hacia el año 1150, Hildegarda de Bingen reunió sus composiciones y formó con ellas un ciclo lírico completo al que llamó «Sinfonía de la armonía de las revelaciones celestiales», corpus que incluye la notación musical de la propia autora. Las canciones de la Sinfonía fueron compuestas para diversas ocasiones litúrgicas, para las horas canónicas, las fiestas de los santos, la consagración de una capilla... De acuerdo con su pensamiento, la música y, en particular, el canto eran una actividad humana por excelencia; por ello, en muchos de sus escritos la visionaria desarrolló sus ideas sobre la importancia y trascendencia de la música en la historia humana. Este pensamiento se expresa en el ordenamiento de las canciones, fundamentado en una concepción jerárquica del mundo; esta jerarquía, evidente en el orden de aparición de las canciones, hace pensar en un «relato» subyacente, a saber, una «Historia Sagrada». La «Sinfonía» y su «Ordo virtutum» han sido muy valorados por musicólogos y artistas, que han estudiado y ejecutado sus obras. De ahí la importancia de esta traducción, única versión íntegra en lengua castellana, que pone a disposición del lector la lírica hildegardiana, una muestra magnífica de la cultura medieval cristiana del siglo XII.

Hildegarda de Bingen

La abadesa de Bingen es una de las mujeres más representativas de la Edad Media occidental, con una gran influencia en la historia de su tiempo. Ofrece un ejemplo excepcional de lo que una mujer podía realizar en el siglo xii, tanto en el plano de la acción como en el de la vida religiosa, científica y artística. Su figura se impone por la cualidad de sus experiencias, por su curiosidad científica y por su energía reformadora. Fue una mujer culta (conocedora de Lucano y Cicerón), una de las místicas más importantes de todos los tiempos y, además, compositora, poetisa, conocedora de las plantas y animales (identificó una cuarentena de peces que vivía en los ríos próximos a su convento), observadora de los fenómenos naturales, de los caracteres y enfermedades humanas, interesada por los mitos cosmológicos, las fantasías y los símbolos del mundo. Rompió las barreras morales y físicas de su época al fundar su propio monasterio en un siglo en el que las órdenes femeninas dependían enteramente de su alianza con una orden masculina a la que se sometían. Siguió con gran atención los movimientos políticos y espirituales de su tiempo, manteniendo una abundante correspondencia con papas, emperadores, obispos, abades, en la que reclamaba valientemente atención a sus propuestas de reforma y en la que denunciaba la corrupción y la simonía.